Le llamaron un día.
Le mostraron un paraíso terrenal y de este ella se prendió.
Festivales, dicha y sonrisas jugueteaban con ella esos días
Los placeres, pecaban de soberbios,
y sin embargo, ella,
inteligente, no hizo más que gozarlos;
sin juzgarlos, sin observarlos.
La música era su consciencia, su hada madrina.
Su forma de vida.
Pero un día, algo oscuro llegó..
los placeres le dieron la espalda y la rutina se instaló.
Pasaron días para que ella asumiera su falta de consideración.
Y entre el sometimiento y la huída día a día,
en la noche las tinieblas ante ella se revelaban
empujándola más allá de sí.
Fue un día que lo vio pasar,
sobre aquel artefacto de dos ruedas que te hace avanzar más rápido que el caminar.
Lo conocía, y, sin embargo, en su mirada, por primera vez vio luz.
Una luz que había olvidado que aún existía,
una luz ya por mucho casi extinta.
Y supo, en cuanto la reconoció, que aferrarse debía a ella..
tal vez ni siquiera lo pensó, fue su instinto que la incitó.
Pocas veces, la luz también cede a la oscuridad, pocas veces
entendemos de ella
sabiendo que es nuestra Verdad.
También, pocas veces, sabemos asumir el dolor
cuando esta se transforma
para guiarnos al camino
de esta misma,
Camino de
Luz.
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